Entre las 80.000 almas que se amontonan en torno al Puerto de Manila, los agustinos continúan casi cinco siglos después dejando su impronta en lo cotidiano de esta inmensa y laberíntica barriada. Cimentada sobre diques de madera expuestos al oleaje aceitoso y sagrarios recubiertos para aislar al Señor de la humedad, se erige Baseco, en la gran bahía de plástico de Filipinas, espacio de marginación y desentendimiento asistencial donde los agustinos atienden a sus vecinos a través de una parroquia y más de 30 capillas distribuidas entre sus torres desnudas de hormigón y cableado.
Estas capillas son atendidas por las madres de familia y sus hijos.
Conocemos parte de su historia de la mano del padre Randolf Celso Dayandayan; maestro de postulantes de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, quien lleva, semana tras semana, en estos últimos 15 años, visitando a estas comunidades.
La parroquia del Santo Niño de Baseco es la cabeza de 32 capillas.
Desde ahí, tres sacerdotes y una viva comunidad de laicos sostienen este apostolado. Se movilizan para atender las distintas necesidades pastorales, asistenciales y de carácter médico requeridas en la zona.
Las mujeres afiliadas a la Parroquia de San Agustín son las principales responsables del día a día de las capillas, de su mantenimiento y de que todo esté listo y preparado para las actividades ordinarias y la celebración eucarística de los domingos.
“Sin los agustinos nada de esto sería posible”, nos cuentan desde la capilla de San Roque. “Agradecemos mucho su presencia, el acompañamiento y cariño del padre Randolf”.
La esperanza en un futuro compartido
“Todos los sábados y domingos, desde hace tres lustros venimos aquí a dar catequesis a niños y adultos”, nos cuenta el padre Celso Dayandan en lo que caminamos entre las estrechas y asfixiantes -por la humedad, el calor y los mosquitos- arterias del Puerto.
Sorprende la cantidad de niños en horario escolar que campan a sus anchas, buscándose la vida para apoyar a su mermada economía familiar.
“Queremos ayudar a esta comunidad a mirar con esperanza el futuro, a que sepan que no están solos”. “Los que consiguen salir de Baseco se mantienen profundamente vinculados con sus familias y hogares. Salen para buscar una oportunidad”.
Aproximadamente un cuarto de los 12 millones de habitantes de Manila se consideran «ocupantes informales». Para las autoridades, gran parte de esta población vive al margen de la sociedad y no son considerados en el censo y acceso a servicios elementales. “Son los olvidados”.
Todas las capillas se coordinaron para la celebración de la Fiesta del Santo Niño, convocando al rezo de la novena y participación de los actos litúrgicos durante esos días. “La oración nos mantiene fuertes, unidos y felices por nuestra fe”.
Las inundaciones permanentes en la zona por la inexistencia de un sistema de drenaje y canalización tiene cerrada esta capilla desde hace meses.
Las próximas generaciones tienen que asumir el reto de sostener la fe católica en Baseco”, nos traduce el padre Randolf al hablar con la comunidad de la capilla de Santa Rosa. “Tienen el compromiso de acoger a los que estén por venir”.
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