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Immagine del redattoreJosé María Sánchez Galera

Los guardianes de la Creación: cinco semanas para adentrarse en la “mirada divina” de la naturaleza, el diálogo interreligioso y la educación

La Villanova University, de la Orden de San Agustín, es la universidad católica más veterana en el estado de Pensilvania, Estados Unidos. Este curso académico ha ofrecido a sus alumnos y profesores un comienzo único repleto de reflexión sobre la naturaleza, la mirada, el diálogo interreligioso, el cosmos y el ecumenismo


A lo largo de cinco semanas, entre el 1 de septiembre y el 4 de octubre, la Universidad plantea un recorrido de visio divina, es decir, de ejercicio contemplativo, sosegado, como una vía para dejar que se escuche la voz de Dios: qué es lo que Dios, el Creador, a través de su obra, de ese árbol, de ese arroyo que nos cautiva, susurra al corazón del hombre. 


Bajo la dirección del padre John Abubakar, director de Sostenibilidad, Misión y Ministerio de la Universidad de Villanova (que recoge su nombre del gran santo valenciano del siglo XVI Tomás de Villanueva) ha arrancado esta Estación de la Creación 2024 que tiene como fechas de inicio y cierre dos días emblemáticos: la Jornada mundial de Oración por el cuidado de la Creación (1 de septiembre), y la festividad de san Francisco de Asís (4 de octubre). 


La Universidad, a través de un documento que ha hecho público en la web del centro académico, remarca que estas dos efemérides contienen un notable valor en el diálogo entre cristianos, pues Demetrio I (1914–1991), Patriarca ortodoxo de Constantinopla entre 1972 y 1991, escogió el primer día de septiembre como «jornada de oración por el medio ambiente» en 1989. Fue en 2015 cuando el Papa Francisco tomó este día para dedicarlo de igual manera a rezar por el cuidado de la Creación.


La “acción profética” para evitar el deterioro medioambiental


Según señalan desde la universidad agustiniana, «ciertos elementos de la naturaleza se han escogido con sumo cuidado para ayudarnos en la reflexión a lo largo de este periodo». Se trata de un tiempo de «calma, reposo, escucha, respiro». La «Estación de la Creación» pretende «invitarnos a prestar atención al ritmo del agua de un arroyo, el soplo de la brisa que nos tararea entre el follaje de los árboles, y el fuego que nos calienta y reconforta». De esta forma, se plantean dos objetivos: recuperar la conciencia de ser guardianes de la Creación, y desarrollar una «acción profética» para evitar el deterioro medioambiental.


San Agustín decía: «Pregunta a la hermosura de la tierra, pregunta a la hermosura del mar, pregunta a la hermosura del aire dilatado y difuso, pregunta a la hermosura del cielo, pregunta al giro ordenado de los astros; pregunta al sol, que ilumina el día con fulgor; pregunta a la luna, que mitiga con su resplandor la oscuridad de la noche que sigue al día; pregunta a los animales que se mueven en el agua, que pueblan la tierra y vuelan en el aire; a las almas ocultas, a los cuerpos manifiestos; a los seres visibles que necesitan quien los gobierne, y a los invisibles, que los gobiernan. Pregúntales. Todos te responderán: “Mira, somos bellos”. Su hermosura es su confesión. ¿Quién hizo estas cosas bellas, aunque mudables, sino el inmutablemente bello?» (Sermón 241, traducción del padre Pío de Luis, OSA).


Por eso, la Universidad, repitiendo con san Agustín, señala que la entera Creación nos está hablando de Dios y nos conduce a bendecirlo. El padre Abubakar señala en el texto abierto para toda la Orden que, tras estas cinco semanas de «escuchar el sonido de la Creación, asombrarse ante el poder del viento y la belleza del agua que moldean las riberas y los cañones, y de la maravilla de nuestro ser», confía en una «conversión» y «transformación interior» repletas de vigor para «esperar y actuar» junto con Dios y lo creado.



Primera semana: el mundo vegetal y Eclesiastés

 

Durante los primeros días de septiembre, la Universidad se centró en el mundo vegetal; incluyendo una consideración que parte de un comentario judío al libro del Eclesiastés (Qohelet). Dentro del conjunto exegético que compone el Midrash Rabá (siglos VI a VIII) se lee: «cuando el Único Santo creó a los primeros seres humanos, Dios los llevó por el jardín del Edén y les dijo: ‘Mirad mis obras, ¡observad cuán bellas son, qué magníficas!’ Para vuestro provecho las creé todas; cuidaos de no menoscabar o destruir mi mundo, pues, si lo dañáis, nadie habrá, aparte de vosotros, para resarcirlo». 


La Universidad alude a un texto elaborado en 1992 en el que se asegura: «para los judíos, la crisis medioambiental supone un desafío religioso; en tanto que herederos de una tradición de custodia que se remonta al Génesis, no podemos aceptar la progresiva destrucción de nuestro medio ambiente y sus efectos sobre la salud y el sostén vital humanos». Como se lee en el libro de Job, «pregunta a las bestias, y ellas te instruirán; a las aves del cielo, y ellas te enseñarán; a los peces del mar, y ellos te harán saber». Por eso, la Universidad aconseja: «mira a cualquier árbol que encuentres por el campus; obsérvalo y date cuenta de si puedes maravillarte ante sus raíces, sus ramas, la espesura de su follaje. ¿Qué te está revelando ese árbol acerca de Dios?».


Segunda semana: el cosmos, el Dalai Lama y la Declaración de Asís


La segunda semana se dedica al cosmos, y supone un guiño interreligioso hacia el budismo. Tal como expresó el Dalai Lama en la Declaración de Asís (1986), «como todos sabemos, el olvido de la herencia natural del ser humano ha traído consigo el peligro que ahora amenaza la paz mundial, así como la supervivencia de especies en riesgo de extinción». Continuaba el Dalai Lama: «Semejante destrucción del medio ambiente y de la vida que depende de él es resultado de la ignorancia, la codicia y el desconocimiento de la riqueza que constituyen todos los seres vivos». En consonancia, la Universidad propone: «Contempla el cielo mientras caminas por el campus, observa las estrellas, las nubes, los colores del alba y del ocaso, de la Luna, y mira a ver si puedes asombrarte con ello. ¿Qué notamos en el cielo, en el cosmos del que formamos parte dentro del planeta Tierra?». Ana LaSasso, estudiante de Psicología en la Universidad, añade: «He llegado a creer que el sol y, más en concreto, los amaneceres y anocheceres, conectan a la gente a lo largo del tiempo y del espacio. Mi padre y yo tenemos la tradición de despertarnos pronto un día, donde sea que viajemos, para ver el amanecer. Una amiga me contó una vez que, cuando le invadía la nostalgia, alzaba la vista al cielo y recordaba que todos nos hallamos bajo el mismo sol».


"Contempla el cielo mientras caminas por el campus, observa las estrellas, las nubes, los colores del alba y del ocaso, de la Luna, y mira a ver si puedes asombrarte con ello".

Tercera semana: el mundo animal y el hinduísmo


Por su parte, la tercera semana dirige los ojos hacia los animales, y, en este caso, es el hinduismo la religión con la que establecer un nexo. Continuando con la Declaración de Asís (1986), la Universidad rescata algunos versos de un himno hindú: «Que la Tierra, sobre la cual se recuesta el mar, el río y las demás aguas, sobre la cual llega a existir alimento y campos de cereales, sobre la cual vive todo cuanto respira y se mueve, nos conceda lo mejor de sus frutos». El himno dice también: «Que la Tierra, sobre la cual las aguas, en común para todos, moviéndose por todos lados, fluyen infatigablemente, día y noche, pueda verter sobre nosotros leche en múltiples arroyos». Isabella Mirarchi, alumna de Biología, agrega: «Reconocer y celebrar nuestras diferencias no debería separarnos; los pájaros nos recuerdan que remarcar nuestras experiencias y talentos individuales resulta vital a la hora de crear un entorno próspero cimentado sobre la comprensión, la inclusión y la compasión». La Universidad recomienda: «Observa a los animales con los que te vas encontrando, mientras caminas por el campus; contempla los pájaros, las ardillas, los insectos, cualquier animal cuya presencia notes, con una actitud de asombro y curiosidad. Reconsidera a los animales y pon atención a cómo Dios puede estar hablándote en medio de tu vida a través de reflexiones acerca de los animales que hay a tu alrededor».



La cuarta semana de la «Estación de la Creación» en la Universidad Villanova se orienta hacia el Medio Ambiente en un sentido más concreto y, a la vez, genérico. El Ecosistema es el tema, y por eso la Universidad deja la mirada estos días «en las rocas y las corrientes de agua», con la intención de «pedir la gracia de saber cuál es la lección que Dios puede querer que aprendamos», y de ser conscientes de «cómo nuestra vida cotidiana impacta en los ecosistemas de los que formamos parte y en nosotros mismos». Ethan Khan, estudiante de Económicas, dice: «La naturaleza de la creación se confía a la interacción humana con el entorno y el resto de sus habitantes. La sociedad moderna a menudo identifica la naturaleza como una realidad a la que escapar, si bien una perspectiva beneficiosa consiste en asumir que la naturaleza es la principal realidad». Para esta semana, la Universidad se aproxima a las religiones indígenas de América del Norte, y retoma una historia ancestral según la relata en nuestros días el jefe Robert Redhawk Ruth, de la Nación Lenape (Pensilvania). Así cuenta: «Hace mucho tiempo, se dijo que se soltaría a una zorra sobre la tierra. También se dijo que vendrían cuatro cuervos. El primer cuervo volaba la senda de la armonía con el Creador. El segundo cuervo trató de limpiar el mundo, pero cayó enfermo y murió. El tercer cuervo vio muerto a su hermano y se escondió. El cuarto cuervo voló de nuevo la senda de la armonía con el Creador».


Esta iniciativa de la Universidad Villanova concluye con la quinta semana, centrada en el ser humano, que también posee una naturaleza que debemos respetar; en fijarse más en las personas que se encuentran a nuestro lado y dedicarles más tiempo. Para esta semana, se acude a un texto elaborado en Birmingham por autoridades religiosas musulmanas en 2024 (Al-Mizan: Covenant for the Earth. The Islamic Foundation for Ecology and Environmental Science). Se lee en esta declaración: «El inefablemente vasto y glorioso cosmos refleja la gloria plenamente trascendente de Dios, el Todopoderoso Señor de los mundos del ser que se extienden más allá de nuestro alcance. En su corazón, esta Tierra con su evanescente comunidad de vida, de la cual somos una parte, es exquisita más allá de todo cuanto pueda decirse, y más preciosa que cuanto los seres humanos mortales pueden comprender, porque además refleja la gracia y la misericordia del Señor de todos». Prosigue la declaración: «Dios ha desplegado todas las cosas en mutuo equilibrio, necesitadas las unas de las otras, y cada cual sostiene y beneficia a las demás. Nada se ha creado por capricho o en vano. Todo se ha creado en Verdad y Justicia». Terri MacKenzie, religiosa de la Sociedad del Santo Niño Jesús, comenta: «Estar, como Jesús, atentos a la belleza que nos rodea y aumentar nuestro afecto y admiración por la Creación resulta esencial para mantener la esperanza y actuar junto con la Creación », y cita Laudato Si’: «El Señor podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él mismo estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro».

Que esta iniciativa de la Universidad de Villanova sirva de preámbulo a la adoración del único Dios, belleza tan antigua y tan nueva, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible, y de Nuestro Señor Jesucristo, por medio del cual fueron creadas todas las cosas y en el que todas se mantienen (cf. Col 1, 16-17). Aprendamos de Nuestro Padre San Agustín a trascender la belleza de las criaturas para elevar nuestra mirada al Autor de la Belleza y de las criaturas, sin dejarnos retener, alejados de Él, por aquellas realidades que, si no estuviesen en Él, nada serían (cf. Confesiones 10, 27, 38).


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