Conversamos con el padre Pinheiro sobre los retos que tiene esta joven Provincia en la actualidad
Futbolero, afable y con un amplio manejo del español. El P. Pinheiro ve los retos de la Provincia, especialmente los relativos a las vocaciones, como una oportunidad de seguir actualizando el mensaje de San Agustín; especialmente a los jóvenes, “hambrientos de sentido”.
Padre Luiz Antonio, ¿cuáles diría que son los principales frentes que tiene que atender como prior provincial?
Para mí, lo más importante es el contacto con los hermanos, el estar junto a las comunidades, los priores y los coordinadores de las distintas actividades apostólicas: desde la parcela educativa hasta la actividad misionera; pasando por las parroquias y los procesos formativos. Queremos que los frailes vivan su consagración religiosa con buen ánimo y entusiasmo. Es por ello que seguimos adelante para que la Provincia pueda ir asentando su camino después del parón que ha supuesto para todos la pandemia. Ahora mismo, nuestra prioridad para este próximo cuatrienio es crear las condiciones adecuadas para que sigan floreciendo las vocaciones, haciendo hincapié en la formación y promoción del estilo de vida agustiniano. El objetivo, a pesar de la pandemia, se ha mantenido y queremos ir a más.
Recogiendo un poco las palabras del P. Alejandro en la carta a los priores tras el CG de San Diego, ¿cómo podemos trabajar en la unidad desde la singularidad y autonomía de cada circunscripción?
Encontrándonos, viéndonos y escuchándonos. No creo que haya otro modo. Para lograrlo es muy importante fortalecer lazos en los capítulos y asambleas, que siempre son una oportunidad no solamente para intercambiar ideas, planes y proyectos sino para ver cómo vivimos en comunión nuestra realidad como agustinos. Hay que ahondar en eso que nos dice el Papa Francisco de “la espiritualidad del encuentro”, que no es nada distinto a vivir la comunión en comunión. Creo que así lograremos llegar a la unidad desde nuestras diferencias, necesidades y singularidades.
Brasil, al igual que otros muchos países de Hispanoamérica, está viviendo un crecimiento de las comunidades evangélicas. En un momento donde la Iglesia nos pide robustecer nuestra fe y al mismo tiempo potenciar el diálogo ecuménico, ¿cómo trabaja la Orden en este territorio esta cuestión?
Hay una frase atribuida a San Agustín pero que en realidad pertenece al historiador romano Terencio que dice: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto” (soy un hombre, nada humano me es ajeno). Creo que las causas comunes de la humanidad y la crisis civilizacional que padecemos nos comprometen a todos: católicos, evangélicos, ateos y agnósticos. Aquí, en la Provincia de Brasil, tenemos una desigualdad social muy fuerte, con unos índices de pobreza elevados. Dentro de las distintas realidades cristianas que confluyen en la Provincia, nosotros, como católicos, como agustinos, tenemos que redoblar los esfuerzos en la misión de la nueva evangelización desde el diálogo. El cardenal Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, nos señalaba que se ha asumido y dado por asimilada la cultura cristiana pero no la evangelización y sus implicaciones. Sin Cristo, sin el contacto personal con Él, el cristianismo puede ser un código moral, una ética valiosa para regir la propia vida, pero sin la experiencia de Jesús, no hay arraigo. Tenemos una gran oportunidad de mostrar la belleza del Salvador. A esto mismo llegaron los obispos de Latinoamérica, que conocen bien la realidad social y de la Iglesia en el continente.
¿Tienen nuestras obras educativas algo que decir en este proceso?
Claro que sí. Nosotros contamos con cuatro colegios en la Provincia, algunos de pago y otros, por ejemplo, como parte de la obra misional y social que la Orden de San Agustín sostiene. Nosotros vamos a mantener el foco en el diálogo, el respeto y tener la mano siempre tendida para que crezcan en su desarrollo humano. Queremos que nuestros 3.000 alumnos, independientemente de dónde vengan, vivan nuestros valores y los puedan hacer propios. Para toda esta tarea, el pilar debe seguir siendo el Evangelio y Jesucristo.
¿Cómo se enfrenta la “crisis de respuesta” al llamado vocacional?
Los jóvenes están hambrientos por tener una experiencia de sentido, de convivencia amable, de interioridad, de asumir la responsabilidad del sentido de la historia y cómo Dios nos llama a cada uno de nosotros. Esto entronca con el carisma agustiniano de raíz: el querer dar la vida a una causa importante desde la comunión y el servicio.
La actualidad de San Agustín, en este aspecto, es sorprendente. Toca a los jóvenes que se atreven a adentrarse en su figura. Es por ello que no tenemos que cejar en el empeño de comunicarnos, de valernos de la gran oportunidad que supone el mundo digital. Allá donde estén los jóvenes, nosotros tenemos que estar.
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