top of page

«En Cuba hay hambre de Dios y nos piden que seamos sacerdotes, guías de interioridad, buscadores de Dios»



José Alberto Escobar es el Superior Delegado en Cuba de la Orden de San Agustín; en la isla caribeña conoce de primera mano no solo la realidad social y religiosa, sino el funcionamiento de sus estructuras, y la capacidad del país para atender las graves necesidades de sus habitantes. Es un hombre con enorme intensidad de trabajo y con una mirada y un verbo repletos de nitidez y reflexión. Es el fraile a quien se encomendó hace años la parroquia de la Inmaculada Concepción de Chambas en la Diócesis de Ciego de Ávila (Cuba), autor del libro Jóvenes inquietos: la aventura de vivir en Cristo (2007) y de artículos académicos sobre fundamentalismo, objeción de conciencia o derecho a la libertad religiosa. Charlamos con él sobre el país donde desarrolla su trabajo misionero y de servicio humano y espiritual.


¿Cómo es la situación general en Cuba y cómo la viven los agustinos que trabajan allá?


Cuba está pasando por una de las mayores crisis de su historia reciente. No solo se trata de la economía y las carencias de medicamentos, alimentos y todo tipo de recursos, también hay una desafección cada vez mayor a este sistema político que se siente impuesto, fallido y alejado del sufrimiento de la población. Por parte del gobierno, se responsabiliza al bloqueo de EEUU como el origen de la situación; sin embargo, esta situación política no explica ni justifica las prioridades de este sistema de ideología marxista comunista. Permanece la ideologización de todos los ámbitos de la sociedad, el afán de controlar, la corrupción y cada vez es más evidente los privilegios de unos pocos que tienen mucho como dirigentes políticos, militares de alto rango, cargos bien posicionados en el sector turístico o de quienes están aprovechándose con un enriquecimiento con las importaciones y quienes reciben salarios y pensiones que no dan para vivir.


¿De qué modo puede calificarse este contexto?


Se puede hablar de un desastre “antropológico, económico y social”. No sólo es la falta de producción en lo económico, sino la incapacidad de establecer un sistema social y político que dé respuestas a las necesidades básicas de los cubanos. No se da oportunidad para afrontar la cuestión de la libertad de los ciudadanos y su derecho de ejercer unos derechos básicos. Se mantiene por la fuerza un partido único sin posibilidad de disensión. Hay miedo a la represión. Todo ello hace que haya un éxodo masivo hacia Estados Unidos, España o cualquier lugar que permita vivir alejado de tantas penurias. Algunos que se quedan reciben una ayuda de sus familiares de fuera, y quienes no, están sumidos cada vez más en una pobreza que aumenta sin cesar. No se ve perspectiva de cambio. Se sabe que es necesario un cambio profundo y radical, de sistema, pero no se sabe ni cómo ni cuándo se va a dar.



Esta es la realidad que vivimos los agustinos en la actualidad. Desde nuestra “vuelta” a Cuba en el 2006, hicimos una opción clara por servir a la Iglesia en lo que nuestros pastores nos pidieran. Esta misión promovida por la Curia General ha sido posible gracias a la generosidad de muchos hermanos que voluntariamente han sido destinados procedentes de países de todo el mundo. A veces han sido periodos de tiempo por pocos años pero ha habido hermanos que han superado los diez años de entrega generosa. Actualmente la Delegación depende de la Provincia San Juan de Sahagún y estamos integrados en la OALA. 


¿Ha sido complicado llevar la labor de la Orden a Cuba?


Desde 2008 hasta 2024 había tres casas en la Isla; actualmente estamos en La Habana y en Ciego de Ávila, que es una provincia en el centro de la Isla. En este momento somos cinco hermanos. Nuestra labor es la de atender las parroquias que se nos han encomendado y también colaborar en el Seminario mayor y el Instituto P. Félix Varela en La Habana. En Cuba hay una gran carencia de sacerdotes, siendo en algunas diócesis casi en su totalidad venidos de fuera. En la que yo estoy somos ocho sacerdotes y sólo uno es cubano y ya con casi ochenta años. Nuestra labor es la propia de un sacerdote de parroquias con muy pocos medios materiales y fieles muy mayores. Estamos muy cerca de la gente y hay mucha labor por hacer. Estar aquí es un logro, poder mantener y fortalecer la fe en esta realidad es nuestra forma de servir. Tenemos asumido que hemos de convivir con este sistema político y este orden de cosas, pero sin perder nuestra coherencia de vida y estando al lado de quienes sufren en todo tipo de situaciones. Nuestra vida tanto personal como comunitaria es muy sencilla y requiere un espíritu misionero para asumir esta tarea y estar dispuestos a hacerla posible renunciando a muchas cosas que en otros lugares parecen imprescindibles. Dios nos da mucha paz y fuerza. 


¿Cómo son sus impresiones sobre la vida cotidiana en el país?


La vida cotidiana es muy diferente si se trata de una ciudad como La Habana, Santiago, Camagüey o si se vive en zonas más rurales. Lo que está generalizado es que buscar las condiciones de vida necesarias para la subsistencia resulta muy difícil y conlleva emplear mucha energía y dedicación para tener lo más imprescindible, para mantener tu trabajo y sacar adelante a tu familia. Esto crea mucha angustia a la inmensa mayoría. Porque también se percibe cómo hay quienes viven ajenos a este orden de cosas. Suelen ser personas que reciben dinero del exterior, divisas. Hay muchas formas de vivir en Cuba. No es lo mismo el nivel de vida que se vive en los hoteles y el circuito turístico que vivir con un sueldo en moneda nacional. Quienes no acceden al dólar o al euro que entra por las ayudas o donaciones no pueden acceder a los recursos que se adquieren en tiendas que solo venden en monedas extranjeras.

Ha habido y sigue en aumento un éxodo masivo de personas. Se estima que en dos años hayan salido tres millones de cubanos. Sus ayudas a los familiares mantienen a estos y les permiten vivir de otra manera. Las personas ancianas, viudas, enfermos, discapacitados, los que no tienen familiares fuera viven con pensiones o salarios insuficientes. La inflación es altísima y la falta de producción interna es una constante.



¿Cuál suele ser la principal inquietud de un cubano?


La mayor preocupación inmediata suele ser buscar comida, pero el miedo más atroz es el caer enfermo y no tener medicamentos ni un sistema sanitario mínimamente digno. Tener que ir a un hospital, acompañar a un enfermo, buscar todos los recursos para que le atiendan es un drama. Es muy común tener que regalar a médicos y enfermeras alimentos y otras cosas para ser atendidos con diligencia y recursos. El drama y las consecuencias de la falta de medicamentos es algo difícil de imaginar. Están en falta desde un analgésico básico a cualquier otro tratamiento de cualquier tipo. Junto a esto hay gestos de gran humanidad cuando das de lo que necesitas y se comparte una pastilla o dos con alguien que lo necesita. 

Convivimos conscientes de que hay un gran número de víctimas que nadie contabiliza. Falsos y erróneos diagnósticos, no se invierte suficientemente en el sistema de salud, y es constante personas que mueren anticipadamente y que sería evitable. Hay mucho sufrimiento muy profundo y reprimido, evidentemente también tristeza.


¿Los servicios públicos no palían esta situación?


El sector público está obsoleto y abandonado. Los transportes de ínfima calidad, la caída en picado de la formación y la educación, la ausencia de venta de combustible o carestía de gas, los cortes de electricidad programados y un largo etcétera, es algo habitual en la mayor parte del país. Esto hace que la vida sea muy complicada y que la desesperanza sea muy grande. Hay muchas familias que han visto partir a alguien y a quienes no ven desde hace años. La población está muy envejecida.


En este elenco de calamidades, hay una que no se suele sacar a relucir y es el miedo a disentir ante los responsables de este sistema. Hay miedo y falta de libertad. La sociedad está militarizada, aunque no sea evidente. El partido único se encarga de querer fiscalizar y controlar todos los sectores sociales y todos los aspectos de la vida de los ciudadanos. Desde 2021 es evidente la falta de apoyo social mayoritario a este sistema político, pero se ejerce el poder de una manera efectiva, y es difícil romper ese miedo, pues ha creado una mentalidad y se ha hecho un daño antropológico desde hace mucho tiempo. Se han controlado y formado las conciencias y el trabajo por la libertad es arduo.




Parece que el futuro no es sencillo.


Acerca del futuro del país, es evidente que este sistema de gobierno y política que se autodenomina como verdadera democracia lleva mucho tiempo sin solución. No se sabe cuándo ni cómo será la forma, pero el futuro pasa por hacer de Cuba un ámbito de convivencia social alejado de totalitarismos y que haga posible la reconciliación de los cubanos de la diáspora y quienes quedan aquí. Igualmente, este proceso de reconciliación y trabajo para construir un futuro digno será arduo y pasará por reconocer responsabilidades.


El futuro de nuestra Iglesia pasa por estar cerca de quienes son las actuales víctimas de esta situación. La Iglesia ora y trabaja por ser semilla de verdad y justicia. Hay ejemplos de valiente profecía entre nosotros y, en mi opinión, debería haber más entre nuestros responsables eclesiales. Hay un claro posicionamiento de la vida consagrada cerca de los más pobres y también perseguidos. 


¿Cómo es la fe de los cubanos, el contexto en el que vive la Iglesia? 


R. La fe de nuestro pueblo, en un gran número de personas, es sincera, sentida y espontánea. Han sido muchos años de silenciosa represión y se vive muchas veces de puertas adentro. Por parte de las autoridades se pretende dar sensación de libertad religiosa, pero siempre desde el control mediante funcionarios de asuntos religiosos. Hay una amplia libertad de culto en los ámbitos del interior de los templos o las casas, pero se pretende que se quede ahí y que no se traten los temas de justicia social. Aquí se confunde lo que es ejercer en política y la Doctrina Social de la Iglesia.  Muy pocas personas se declaran ateos o indiferentes. El rostro de Dios en la mayoría de la gente no es el de Jesucristo, pero sí sienten una espiritualidad básica, afectiva, natural. Hay mucho sincretismo religioso y mucha desinformación o ignorancia de lo religioso. Hay que diferenciar entre cultura religiosa, que hay poca, y espiritualidad, que creo que es genuina y mayoritaria. Es muy difícil tener acceso a publicaciones impresas o material de divulgación religiosa. Esto se une a que los medios de comunicación en televisión, radio y prensa solo son los permitidos por el gobierno. Esto ha hecho mella en la formación de las personas y su conciencia.



¿Sigue siendo el catolicismo el credo mayoritario? 


La fe de la Iglesia católica es mayoritaria cuando hay expresiones de fe de religiosidad popular como peregrinaciones, procesiones o encuentros como la visita del Papa. La devoción a María ha sido clave en la historia de la Iglesia católica en Cuba. Nuestra Señora de la Caridad ha catalizado la espiritualidad de nuestra gente. Por ella muchos han llegado a Jesucristo. 


Como nuestro pueblo, la Iglesia aquí es frágil. Ha sufrido mucho y de manera constante. No hace mucho de las coacciones y discriminación en escuelas y centros de trabajo por declararse cristiano. Nuestra gente es muy mayor en edad, mayoritariamente mujeres. Aunque nos gustaría que hubiera más implicación en la pastoral como agentes comprometidos, hay que reconocer que aquí llevar una responsabilidad eclesial, por pequeña que sea, es muy meritorio. En cuanto al camino sinodal, creo que la Iglesia en Cuba lleva muchos años caminando en clave de participación, comunión y misión como Pueblo de Dios. Signo de ello es el papel de la mujer en las responsabilidades, y de los laicos, los consejos pastorales, etc. Por otro lado, se da un fenómeno curioso y es la relevancia que se concede y lo rígidas que son algunas “formas clericales” en los ministros ordenados y más aún en numerosos laicos. En una sociedad donde lo religioso ha sido desprestigiado públicamente o prohibido, las expresiones públicas son muy importantes y a veces exageradas.

¿Cabe decir algo sobre las vocaciones religiosas? 

En cuanto a los procesos vocacionales, hay que decir que son muy lentos aunque los jóvenes a veces desean rápidamente quemar etapas.  A menudo la inquietud por una fe que se descubre de repente y esto hace que se confunda con una verdadera inquietud a la vida consagrada. Hay que acompañar mucho y nos falta equipos de formadores o ámbitos adecuados para la formación en el entorno de estos jóvenes que sienten una inquietud.  Al viajar fuera para buscar una mejor formación se da el riesgo de desarraigo a la propia iglesia en Cuba y se eche raíces fuera de esta realidad eclesial. Creo que es muy importante la coordinación entre formadores o acompañantes y quienes permanecemos aquí en este tiempo de formación. A veces a esto no se le ha prestado demasiada atención.  


¿Qué aspectos son los más relevantes de la vida social en Cuba y la importancia de los agustinos allí?

Contesto a la segunda parte de la pregunta. Aquí se nos quiere y valora, nos piden que no nos vayamos ni les abandonemos. Hay hambre de Dios en este pueblo y nos piden que seamos sacerdotes, guías de interioridad, buscadores de Dios. Como agustinos, hay una labor inmensa porque la Iglesia necesita hombres y mujeres al estilo de san Agustín que aporten la riqueza y los dones de nuestro carisma. Nuestros pastores nos necesitan, y está en nosotros descubrir y vivir que aquí Dios nos ofrece una oportunidad para vivir nuestro carisma y hacerlo fructificar como don que es. Hay tantas necesidades que lo que se evidencia es que a menudo nuestra disponibilidad a Dios y a la Iglesia está supeditada a cuestiones que no son el servicio a Dios y la Iglesia. Junto a esto hay que reconocer la inmensa generosidad de la Orden de San Agustín con esta misión, el apoyo institucional y el sustento para la vida de los hermanos y de tantas iniciativas pastorales y proyectos. Sin el apoyo de los hermanos de otras circunscripciones, sería imposible esta misión. Sin la oración y el apoyo moral, imposible. Somos conscientes y nuestro agradecimiento es sincero. Es una invitación a los hermanos de las circunscripciones que, si sienten la llamada a una misión necesitada de religiosos, esta Delegación los necesita.


 
 
 
bottom of page