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El Patrístico aúna a estudiosos de la antigüedad cristiana de 12 nacionalidades distintas



Del 9 al 11 de mayo de 2024 se celebró en el Pontificio Instituto Patrístico Augustinianum la quincuagésima edición del habitual encuentro de estudiosos de la antigüedad cristiana


Los numerosos estudiosos procedentes de Italia, Alemania, Polonia, Canadá, Dinamarca, España, Hungría, Malta, Croacia, Argentina, Rumanía y Austria confrontaron distintas perspectivas y pareceres durante tres días de profunda cordialidad y de estimulante reflexión a propósito del tema Palabras para decir Dios. El lenguaje teológico en la antigüedad cristiana.


Esta es la síntesis que nos comparte Massimiliano Ghilardi, secretario del congreso.


Superior a todo, incluso al lenguaje


El lenguaje, a pesar de la posibilidad de alcanzar un alto grado de satisfacción, sigue estando a la altura de los límites de las criaturas humanas; éstas son capaces de sentir un auténtico anhelo por aquello que las trasciende, ese Dios buscado por la filosofía que se ha revelado en la historia; ese Dios que se piensa como superior a todo lo que puede experimentarse en el contexto intramundano en el que, sin embargo, actúa. 


Sin embargo, es precisamente a través del lenguaje -dejando de lado la vía cómoda, pero en el fondo estéril, del apofatismo- como el hombre puede aventurarse a decir algo sobre Él, tratando de expresar con palabras a Aquel que trasciende las estructuras mismas del decir.


La necesidad oximorónica de decir lo indecible marca el lenguaje teológico, que siempre ha tenido que contar consigo mismo y cuestionarse continuamente sobre sus posibilidades y límites.


El hecho de que el Dios revelado se haya expresado, por condescendencia filantrópica, en términos humanos no anula el problema, es más, lo dilata: ¿cómo articular las nociones de Dios que propone la Sagrada Escritura con un revestimiento en el que a los límites intrínsecos de la expresión humana se suman los que derivan de estar condicionados por un contexto histórico y cultural específico?


Puede decirse que la historia de la reflexión teológica es, en los primeros siglos cristianos, la historia de la exégesis, como si dijéramos que tal reflexión coincide con el esfuerzo por expresar en términos enunciativos lo que la Biblia presenta a menudo en formas narrativas, prescriptivas o pragmáticas, aunque con la conciencia, siempre implícita y a veces expresada con letras claras por los autores antiguos, de que el lenguaje humano es y sigue siendo siempre un medio intrínsecamente imperfecto, aunque único, de hablar de Dios.


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