El P. Thomas Masaki Imada y el P. Futoshi Matsho relatan la historia de los agustinos que dieron la vida por Cristo durante la evangelización del siglo XVII. Hoy, 28 de septiembre, la Orden conmemora a estos mártires
En 2008, el beato Tomás Kintsuba de San Agustín y otros 187 mártires, fueron elevados a los altares. Desde entonces, cada año, la delegación de Japón, junto a toda la Orden, recuerda a sus mártires y su historia.
Cabe recordar que las misiones agustinianas en territorio nipón comenzaron en 1602 con la llegada de dos frailes españoles procedentes de Manila. Sería el padre Hernando Ayala el primero en fijar su mirada en Nagasaki, el principal puerto del país por aquel entonces para el comercio con Portugal, España y China. Allí se asentaría la primera comunidad católica del país donde más de la mitad de sus cuarenta mil habitantes abrazaron la fe de Cristo.
Viendo el dinamismo y actividad de la ciudad, el P. Hernando, con buen criterio, consideró a Nagasaki el lugar idóneo para establecer la misión agustina. Asumiendo rápidamente la cultura y lengua local, el P. Hernando era capaz de predicar sin intérprete. Tras trabajar en Bungo y Hyuga (actualmente Oita y Miyazaki) durante unos años, se trasladó definitivamente a Nagasaki, donde construyó una iglesia y un monasterio en 1612. Sin embargo, el edificio de la iglesia fue demolido poco después de que el shogun -militar y terrateniente japonés- de la localidad promulgase la prohibición total del cristianismo en 1614.
Fue entonces cuando comenzó la dura persecución contra los cristianos, haciendo del P. Hernando el primer mártir agustino de Japón. Durante los primeros años de la persecución se escondió, pero viendo que los fieles a los que servía iban siendo martirizados, decidió salir de su refugio y, en consecuencia, capturado y decapitado en una isla llamada Takashima, cerca de Togitsu, al norte de Nagasaki, el 1 de junio de 1617.
En 1637 el P. Tomás, "Kintsuba", Jihyoe de San Agustín y el P. Miguel de San José, ambos japoneses y los últimos agustinos en Japón, fueron martirizados en la colina de Nishizaka.
Entre 1617 y 1637 fueron martirizados varios agustinos, agustinos terciarios y muchos otros hombres y mujeres cercanos a los agustinos. Algunos fueron beatificados y canonizados, como Santa Magdalena de Nagasaki, que era terciaria, el beato Hermano Juan Shozaburo, los oblatos Miguel Kiuchi Tayemon, Pedro Kuhieye, Tomás Terai Kahioye, los terciarios Mancio Scisayemon y Lorenzo Hachizo, el P. Pedro Zúñiga, el P. Tomás Terai Kahioye, P. Bartolomé Gutiérrez, P. Vicente de San Antonio Simoens, P. Francisco de Jesús Terrero, P. Martín de San Nicolás Lumbreras y P. Melchor de San Agustín Sánchez.
Hoy en día, los católicos siguen siendo una minoría en el país asiático y, sin embargo, mantienen viva la llama de la historia y el legado de aquellos que supieron proclamar el Evangelio en medio de las adversidades.
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